Entre los árboles

Día 8: 

Poeta Viscoso se levantó fatal. Al parecer cargar y cortar leña terminó pasándole factura a su espalda. Decidimos que se quedaría en el hostel y yo caminé hacia la nave. Tras repartir las tareas me pidieron que preparara unas bolsas con comida para unas personas que habían pasado la noche a la intemperie. A la intemperie con cero grados o menos en la calle. Estas bolsas tenían que llevar snacks, batidos, dátiles, barritas energéticas, fruta, zumos, agua, galletas y toallitas húmedas. Cuando todo estaba preparado añadimos unas botas de montaña a la furgoneta y me dieron una dirección de un domicilio. En esa casa me esperaba una de las coordinadoras con un montón de bolsas de ropa. Las cargamos en la furgo y me fué dando indicaciones hasta llegar a unos andenes abandonados. En ellos nos bajamos de la furgo y caminamos cargadas con las bolsas. El chico con el que nos teníamos que ver no hablaba suficiente inglés y nos costó entender sus explicaciones pero al final nos encontramos. Nos saludó y se presentó, le estrechamos la mano con una sonrisa. Nos señaló una caseta abandonada, nos dijo que solían pasar las noches allí hasta que los descubrió la policia y cercó el recinto con una valla dejando todas sus pocas pertenencias dentro. Visto lo visto habían decidido trasladarse unos 200 metros más allá y esconderse allí. Agradeció la comida y la bolsa de ropa y nos indicó más o menos con el dedo la dirección dónde se encontraban ahora. Cogimos de nuevo e coche y condujimos hasta allí pero allí no había nada. Era un campo vacío con una casa en medio de entrenamiento de perros y un bosque a la derecha. Me autoconvencí de que estarían dentro de la casa de entrenamiento de perros y le pregunté a la coordinadora si deberíamos acercarnos allí. Ella me miró y negó con la cabeza, es entonces cuando ví unos árboles moverse por la parte del bosque. Salio un chico, luego otro. Era el chico de antes, esta vez con un amigo que no hablaba nada de inglés. Nos presentamos y les dejamos más ropa, comida y botas. Ví de reojo algo moverse de nuevo, entre los árboles del bosque había más gente. Pasaban totalmente inadvertidos, era el escondite perfecto. Les pregunté si tenian tiendas de campaña. Me dijeron que no, se quedaron dentro de la caseta que la policia cerró. De repente todo me pareció un macabro juego de persecucción. Estas personas asentándose a escondidas, la policia quitándoles las pertenencias, ellos huyendo 200 metros más allá, entre los árboles con tan solo un saco de dormir. Y la otra parte que somos nosotros; acudiendo a la nueva localizacion, con más comida y sacos hasta que la policia los vuelva a encontrar y les vuelva a quitar esos bienes necesarios para la supervivencia que nosotros les llevamos gracias a las donaciones de los ciudadanos de los paises cuyas leyes los rechazan. Juego macabro o contradicción en si. El gato y el ratón. 

Cogimos de nuevo la furgo en busca de otro grupo que estaba en conciciones similares pero nos encontramos con la policía. Estaban parados, tenían a un refugiado y nos miraban fijamente. Estaba segura de que nos iban a parar cuando uno de ellos nos insultó. No sabemos bien que dijo pero agradable no fué. El caso es que no nos pararon y mi coordinadora pensó que era más apropiado regresar para no seguir llamando la atención. Al fin y alcabo si nos ven, pueden descubrir a los refugiados. Una vez en casa se lo conté todo a Poeta Viscoso. Esos árboles moviéndose, con esa imagen me dormí. 

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